miércoles, 28 de febrero de 2018

Juan José Millás: hechos de palabras



Tiene muchas cosas en común con Forges, con quien llegó a escribir un libro y a hacer una gira por España, pero sobre todo una, que Forges hizo notar en cierta ocasión: su constante, su apasionada relación con las palabras. Piensa que los seres humanos “estamos hechos, sobre todo, de palabras” y que en la vida cotidiana no hacemos la lengua, sino al revés, la lengua nos hace a nosotros. He apuntado a lo largo de esta conversación algunas de esas palabras que maneja. Voz. Tradición. Literatura. Significado. Cosa. Vida cotidiana. Fantasía. Sueño. Ficción. Taxista. Borde. Lengua.
      Las palabras, como las personas, ganan mucho cuando se juntan con otras. También he apuntado algunas frases. Cuando dice que en su oficio siempre andan “buscando una voz propia” ; cuando recuerda que “esto que llamamos realidad no solo está también compuesto de delirio sino que el delirio la conforma, la determina”; o cuando nos habla de la entrada de la ficción en nuestras vidas y empezamos a ser algo mas que simples cazadores de bisonte; o cuando nos hace notar que “todo el mundo habla de nada”.
      Se ha venido a la radio hecho un pincel, como siempre, y bien abrigado. Pantalón vaquero, camisa burdeos, abrochada hasta arriba, chaqueta de tweed, bufanda y chupa negra, que ahora cuelga sobre el respaldo de una silla. Antes de empezar la conversación ha hojeado un periódico que había sobre la mesa, ha escuchado atentamente a Jaime Azpilicueta, se ha puesto al lado un folio en blanco y (previa petición de permiso de Pepa, que él es muy mirado) se ha puesto a hacer dibujitos con el boli. Es un observador de pájaros y un observador de los observadores de pájaros; y de todos los demás observadores y observados, me parece a mí. Como Forges, con su manera de mirar nos enseña a mirar de otra manera. Y a vernos como somos.  “Seres en busca de un significado”. “Hijos del delirio, del sueño”. Somos algo más: lectores de Juanjo Millas y admiradores confesos de su relación con las palabras que contribuye “a dar sentido a nuestra vida”.



[Retrato en directo en No es un día cualquiera, RNE. 24.02.2018. Presenta su novela Que nadie duerma (Alfaguara, 2018). Podcast de entrevista y retrato: http://www.rtve.es/a/4491131/ ]

domingo, 25 de febrero de 2018

Flotats, sacerdote laico




El 8 de mayo de 1945 terminó una guerra y nació un comediante en un colegio francés donde la maestra, Madame Ramona, sacó a los niños al patio a cantar La Marsellesa. Fue su primera experiencia artística, su bautismo emocional, su primera cita con una pasión que desde entonces no ha dejado de crecer y siempre ha hecho compatible con el amor por la literatura, la filosofía, la historia, el arte... por lo que hacen, en fin, esos humanos que están empeñados “en hacer un mundo mejor”, a ser posible sin destruir por completo lo anterior.  Como buen conocedor de la especie, es un “pesimista activo”, que sabe que en algunas cosas no hemos mejorado y que “no hay que bajar la guardia”. Menos mal que ahí está el teatro que -en eso sí atinaba Rousseau- nos “sirve para purgar el alma”. Y ahí está la cultura, para devolvernos a la civilización cuando nos alejamos más de la cuenta.
Se llama Josep Maria Flotats. Se ha acercado a la radio con una buena bufanda y una buena sonrisa. David Vicente, que está con él, me ha dicho que es “muy majo, muy elegante y muy, muy, puntual”. Pepa Fernández acaba de añadir: “Y muy guapo”. Su vida es puro teatro ¿En qué consiste eso? ¿En contar el mundo, en entretenerlo, en ponerle un espejo delante? No lo sé pero él, el otro día, le dio una pista a Juan Cruz: “Los comediantes somos sacerdotes laicos al servicio del pensamiento”. Hoy ha llevado más lejos esa reflexión: “El teatro no es otra cosa que el intercambio de opiniones y de sentimientos”. Y aún más: que solo lleva a escena obras que le emocionen porque solo si le emocionan puede transmitir emoción. “Sí me emociona es porque me enriquece, me hace ser mas cuidadoso de mi entorno”.
Pensamiento y emoción se encuentran estas semanas en el teatro con su “Voltaire/Rousseau: La Disputa”. Ahí tienen a este sacerdote, cada noche, subiéndose al altar para hacernos sentir y pensar. Para animarnos, en fin, a “cultivar nuestro propio jardín”.


[Retrato en directo en No es un día cualquiera, RNE. 25.02.2018. Audio entrevista y retrato: http://www.rtve.es/a/4492558/ 

sábado, 24 de febrero de 2018

Forges, forgianos, sincebollistas y concebollados




¿Por qué es tan importante Forges? ¿Por qué millones de españoles lo estamos despidiendo como solo se despide a un familiar o un amigo? Porque somos forgianos. Porque forma parte de lo mejor de nuestras vidas desde hace cincuenta años. Porque es una pieza fundacional de nuestro actual sistema de convivencia (ese que unos no saben valorar y otros no saben defender), un faro moral, un elemento esencial de nuestra educación como personas, como ciudadanos. Porque hablamos como Forges, sentimos como Forges, vivimos como Forges cuenta que vivimos. Porque no solo ha inventado un lenguaje y no solo ha sido un analista puntual, lúcido y crítico de nuestra historia reciente: además ha sido uno de sus protagonistas más importantes.
Y es que la Historia no la hacen los reyes, los militares y los políticos, aunque solo los reyes, los militares y los políticos (no sé por qué) se lleven todo el espacio en los libros. La Historia la hacemos los ciudadanos de a pie y la hacen, desde luego, los artistas, los poetas, los músicos, los creadores; esos que van siempre por delante, mal que pese a los censores, enseñando a mirar, a entender o, como es el caso, a convivir.  En la Transición, los ultras a Forges le tenían gato. Una vez tuve que salir por piernas en la calle Goya porque me vieron con unos fascículos suyos bajo el brazo; hace unos meses los encuaderné y me los dedicó. Aquellos individuos aferrados al pasado se daban cuenta de que él era el futuro.
La semana en la que Forges nos ha dejado, la libertad de expresión ha recibido dos o tres palos muy serio, pero, para compensar, nos ha dejado dos debates forgianos: el del himno y el de la tortilla de patatas. Uno lo desató una cantante, a la que ya empezábamos a olvidar, con una versión propia del himno de España casi tan forgiana como la de Pemán o la que cantábamos en la escuela:
  Viva Franco
que tiene el culo blanco
porque su mujer
lo lava con Arieeeeel
El otro lo desató un cantante gallego, cuyo nombre no hemos aprendido todavía, con un versión propia de la tortilla de patatas... sin cebolla. Enseguida, concebollados de toda España se levantaron en armas virtuales, heridos en lo más hondo de su concebollismo por el sincebollismo del gallego, mientras aguerridas hordas de sincebollistas salían a defenderlo en tropel. Eso es también español, muy forgiano: discutir con pasión un matiz sin cuestionar lo esencial, el común amor por la tortilla. Tan español y tan forgiano como querer ser independiente y seguir jugando en la Liga y en la Copa del Rey, aunque solo sea para poder silbar en la final. 
Une mucho, pese a las discrepancias, el debate de concebollados y sincebollistas. Y es que en la diversidad se sustenta la unidad: nos gusta la tortilla de patatas. De poco vale discutir sobre un himno que a muchos no dice nada y a otros provoca sarpullidos, porque aun recuerdan cuando los obligaban a ellos o a sus padres a escucharlo brazo en alto. Mejor debatir sobre un plato cuya paternidad se atribuyen vascos y extremeños, de cuya excelencia presumen en Betanzos o en Madrid y al que Nestor Luján, catalán de Mataró, llamaba “el as de oros de nuestra gastronomía”. A diferencia del himno, la tortilla de patatas todos la sentimos como propia. Y a Forges, también. Proclamo.

jueves, 22 de febrero de 2018

Forges: la invención del bocata y el tuit




José María Íñigo es un gran comunicador, pero un pésimo profeta. Mediados los años sesenta, siendo ya estrella de TVE, llamó la atención a un mezclador de imagen que con una mano estaba mezclando y con la otra dibujando, en el estudio 1 de Prado del Rey:
—Déjate de dibujitos y pon atención a los monitores o nunca llegarás a nada.
El mezclador llegará a mucho y no precisamente mezclando imágenes: haciendo dibujitos. Es Antonio Fraguas, Forges, uno de los más geniales humoristas gráficos de la historia y uno de los que contribuyen al tránsito que vive España en los años setenta. No solo como cronista y espejo crítico del poder, también como creador de una nueva manera de ver el mundo y de expresarse. Aunque le fascinan los vocablos y giros verbales más retorcidos, inventa un lenguaje que entiende todo el mundo: niños, adultos, catetos, pijos, castizos, ilustrados… Todos se ríen y todos comparten el punto de vista de sus personajes. Nunca el estilo directo había llegado tan lejos sin perder el sello de su autor. Una de las palabras que inventa Forges es bocata. En un país en el que todavía hay serenos, Forges habla de bocata y todo el mundo lo entiende. Cuarenta años antes de que llegue Twitter, con sus 140 caracteres, Forges y los humoristas de su generación encuentran el camino más corto.
Hasta entonces, el camino del humor era por fuerza largo. La revista La Codorniz era un refugio de intelectuales que exigían inteligencia al lector: «La revista más audaz para el lector más inteligente», dice en su cabecera. El nuevo lenguaje del humor llega a todos y a todos los hace un poco más listos. Bueno, a todos no. Si en 1977 uno anda por Madrid con un fascículo de Los forrenta años, la particular historia del franquismo que escribe Antonio Fraguas, corre peligro de ser apaleado al grito de: 
—¡ Las forrenta hostias que te vas a llevar tú, rojo de mierda!
En España siempre hay alguien que además de gritar “¡muera la inteligencia!” intenta asesinarla. Pero ni esos pueden con el humor. Poco puede hacer un censor cuando, tras una campaña del gobierno contra los incendios forestales, con el lema “cuando un bosque se quema algo tuyo se quema”, un dibujante de Barcelona, Perich, pone las cosas en su sitio: “Cuando un bosque se quema algo suyo se quema… Señor conde”. Tampoco pueden hacer nada los ministros lectores de Camino, el libro de cabecera del Opus Dei, cuando el Perich titula su primer libro Autopista. Ni contra los animalillos de Peridis, el triángulo divino de Máximo, los señores con puro de Chumy Chúmez, los lisiados de Summers o las verdades eternas de Ops, que años después se convertirá en El Roto. El humor gráfico, cada día más crítico, se va colando por las rendijas de la dictadura a través de los diarios convencionales y de nuevas revistas como Hermano Lobo o Por Favor. No es que trabajen por la libertad: es que la ejercen. Dicen lo que nadie se atreve a decir y retratan la situación como nadie puede retratarla. La censura ayuda: como les obliga a afinar muchísimo y a jugar con evocaciones, espejos y dobles sentidos, el resultado es de gran inteligencia, belleza y creatividad, que trasciende al paso del tiempo. Medio siglo después seguirá siendo actualidad el diálogo que Ramón lleva a la portada de Hermano Lobo, con un preboste que pregunta a la multitud desde un balcón: 
—¿ Nosotros o el caos? 
—¡ El caos, el caos! 
—Da igual: también somos nosotros.

[Esta es una de mis “333 historias de la Transición”, publicadas en 2015 por La esfera de los Libros]



martes, 20 de febrero de 2018

Romance de la #posverdad

posverdad
De pos- y verdad, trad. del ingl. post-truth.
1. f. Distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales. Los demagogos son maestros de la posverdad.
        Real Academia Española © Todos los derechos reservados


La RAE ya ha incorporado a su diccionario on line el neologismo: posverdad. Basta leer la definición para confirmar las sospechas. Aunque lleve la palabra verdad dentro, este término no es una nueva versión de la verdad sino, todo lo contrario: de la mentira. Y eso es lo que conté hace un par de semanas en el #ripituit que escribo cada sábado para la sección La Libreta Colorá de No es un día cualquiera, en RNE.

  Siempre se llamó mentira
Hoy lo llaman #postverdad
Nos mienten mañana y tarde
A la hora de cenar 
En discursos, entrevistas
En tuiter, en los guasaps...
Son tantos, tan poderosos
Repartiendo falsedad
Que se queda corto el dicho 
“Mientes más que un concejal”

[Por si quieres escuchar el podcast, ahí va el enlace: https://t.co/cO0encTUJd]


domingo, 18 de febrero de 2018

Juan Madrid: Enorme



Este retrato no lo he hecho solo. He preguntado primero en el grupo de guasaps y de cervezas que tengo con viejos compañeros de Cambio16, donde trabajamos juntos: ¿Qué cuento de Juan Madrid? Mariano Casado, Carchenilla, Olivares, Papitu, Luis Rubio, Montoya, Juan Lucio... todos dicen lo mismo: es una fuerza de la naturaleza, un tsunami, un tipo arrollador que nunca pasaba inadvertido cuando entraba en la redacción para “vomitar” -la palabra es suya- el siguiente reportaje. A Zubiaurre, que era un crío, le daba miedo. Los demás le hacían, le hacíamos, corro, como se lo hacían de niño en la plaza de Biedma, para que nos contara, cigarrillo en mano, lo que había descubierto en Puerto Hurraco o en Alcásser o en esos locales sórdidos de la plaza de los Mostenses que le gustaban tanto donde se juntaba con manguis y maderos, para que luego viniera Quijano, el de Administración, pegando gritos: 
-¡Te he dicho que pongas “gastos de representación” no vuelvas a poner “copas con policías”!
No solo era un reportero sin límites, era un escritor consciente y documentado, tan interesado por la Historia como por la vida y con un especial sismógrafo para detectar personajes imposibles, como El Timbas, el último tahúr profesional, que era de un pueblo de Murcia. Le gustaban las frases de película antigua (“¿Rumbea usted, señorita?”) y escribía como dios, claro. Ajustar un texto suyo, en la mesa de edición o en el taller, era un problema muy serio, porque quitarle una sola palabra daba pena.
A ninguno extraña que hoy sea maestro en la novela negra ni que se haya vuelto a poner de pie cada vez que la vida, la salud o el empeño en “hacer cuatro cosas a la vez” le daba  un  revolcón. Ni les extraña que hoy nos veamos en Málaga, la ciudad donde aprendió “a escupir por un costado de la boca”, aunque les parece raro que nos veamos a estas horas de la mañana. Les diré que ya no gasta bigote sino barba entrecana y gafas de concha de escritor con espolones, que ya no fuma y que ya irrumpe más suave, más despacito. Pero sigue siendo el de siempre, creedme. Juan Madrid, nuestro Juan Madrid, no cabe en un folio: es enorme.



[Retrato en directo en Museo Ruso de Málaga, No es un dia cualquiera, RNE. 17.02.2018. Podcast entrevista y retrato: http://www.rtve.es/a/4482498/]

Toni Nadal: haciendo Historia


Si en lugar de españoles fuéramos americanos, sobre la epopeya de la familia Nadal se habría hecho ya una gran película, como esas que Hollywood dedica a sus héroes del béisbol, el basket, el atletismo y hasta el billar. Imagínense ustedes: música en plan Carros de fuego, primeros planos en el Club de Tenis de Manacor, cámara lenta para contar los triunfos al filo de lo imposible...
En esa peli tendría un papel importante Toni Nadal, el tío, que a Rafa lo llama Rafael o Rafel, en la lengua materna, y que se ha venido al Museo Ruso de Málaga con jersey de lana verde oscura, sobre camisa celeste, pantalón negro y zapatones marrones de cordones, caminados pero impolutos. Pone expresión seria cuando habla del trabajo, que es una palabra muy repetida en esta conversación, y cuando intenta quitarse importancia o ahuyentar los halagos, que “ayudan poco”, pero ríe abiertamente cuando suena el Porompompó de Manolo Escobar o cuando recuerda que Rafa es del Madrid “y no de aquel equipo de allá arriba”, que es el Barça, el suyo.
Con vistas a un tratado urgente de formación y motivación, he apuntado algunas palabras y expresiones de las que ha utilizado: Disciplina, rigor, adversidad, crítica, “búsqueda constante de soluciones”, “búsqueda de un punto de insatisfacción”, dificultad, educación, carácter. “El carácter se trabaja con la dificultad”, dice. El maestro Julio César Iglesias, que nos está escuchando, me cuenta en un guasap que una vez le preguntó cómo había conseguido que Nadal llegase donde ha llegado sin envanecerse. 
-¿Envanecerse? -le contestó-. ¿Por que? todo lo que hace es pasar bolas de un lado a otro.
Aquí lo tienen. Con 14 años le cautivó la forma de jugar de Lilian Nastase y desde entonces solo vive para el tenis. Puede que nadie haga nunca una película sobre la familia Nadal. Pero todos sabemos que Rafa Nadal tiene un sitio asegurado en la historia del deporte, que es la historia las emociones colectivas. Y todos sabemos que Toni Nadal estaba allí, haciendo... lo que le gusta.

[Retrato en directo en Museo Ruso de Málaga, programa No es un dia cualquiera de RNE. 17.02.2018. Podcast: http://www.rtve.es/a/4480858/]
   



viernes, 16 de febrero de 2018

Historia Ilustrada del Mundo de Anelio Rodríguez Concepción #libros

 
Se llama Anelio Rodríguez Concepción, es profesor de instituto, escritor de largo recorrido y palmero ejerciente en su concepción del mundo, su ritmo vital, su amor por la música y su manera de escribir, que en una cata a ciegas podría parecer latinoamericana. Yo no creo en el determinismo geográfico, pero nacer y vivir en la Isla de La Palma imprime carácter, créanme. Solo quien vive a medio camino (historico, físico y cultural) entre Africa, Europa y América puede escribir como escribe Anelio que, sin aparente esfuerzo, navega entre la gran literatura europea del XIX y el realismo mágico del XX. El Gremio de Libreros ha advertido enseguida la grandeza de su último libro, que ha nombrado “libro de la semana”. Se titula “Historia Ilustrada del Mundo” y es eso: una historia del mundo que Anelio ha escrito en 180 páginas, sin salir de su familia y sin salir de su isla. Igual que Lorca presumía -con razón- de contar el mundo desde su jardín, Rodríguez Concepción cuenta el mundo desde su casa que es una casa abierta de par en par a la razón, la sensibilidad, la memoria, la bondad, la alegría de vivir y las relaciones entre las personas. El relato consiste en veinte retratos, de otros tantos antepasados del autor y de personas relacionadas con su familia. La memoria de esas personas, convertidas en personajes, permite entrar a saco en las cosas importantes de la vida. Aunque no contiene ni un gramo de ficción, aquí lo local se hace universal. Aunque no esquiva la muerte (de hecho, todos los personajes están muertos) en la Historia Ilustrada del Mundo de Anelio Rodríguez Concepción hay mucha, muchísima, vida. Enhorabuena.

domingo, 11 de febrero de 2018

Décima de la #Portavoza



Irene Montero, portavoz Unidos Podemos, ha armado un alboroto porque ha hablado, en una rueda d de prensa, de “portavoces y portavozas”. Su patada al diccionario ha provocado una lluvia de indignados filólogos que, curiosamente, no dicen ni pío ante las patadas a la razón, la lógica y la inteligencia que dan a diario otros políticos (y otras). La noticia no está en la invención de un palabro, sino en esa desmesurada reacción, no exenta en algunos casos de saña. Lo mismo pasó en 1989 cuando Carmen Romero habló de “jóvenes y jóvenas” y en 2006 cuando Bibiana Aido hablo de “miembros y miembras”. Todas lo hacían con la misma intención: dar visibilidad a unas mujeres que aun no tienen plena igualdad de derechos con los hombres. Bienvenidas sean las palabras, incluso las inventadas, si sirven para dar un empujón a la Historia. Al asunto le he dedicado en la radio una décima en la que, de paso, recuerdo que la lengua está siempre en evolución. Hace muy pocos años palabras como jueza, fiscala, médica o presidenta estaban fuera del diccionario y del discurso oficial.

Cuando dices portavozas
Por no decir portavoces
En lugar de darle coces
Al diccionario das cozas
Mas si la lengua desbrozas
De sexistas asperezas
Verás que aquí no hay certezas:
Aunque ni dios dice juezos
Para no meter los cuezos
Todos ya decimos juezas

Ahí va el enlace por si quieres escuchar la sección de la radio que se llama como el blog: La Libreta Colorá https://t.co/gKikp1CvCF



José María Pou: grande


Érase un hombre a un vozarrón pegado, a una voz portentosa, contundente, aunque estemos en horas imposibles para quien cada cada noche debe llevarla a sus máximos extremos y cada mañana se levanta pensando en la próxima función. Esa voz no anda sola; vino al mundo acompañada por una mirada cósmica, una mirada que sabe ser feroz o bondadosa, enérgica o envolvente, penetrante o mendicante, temible o amable, épica o lírica, según toque, y es capaz de navegar en la ternura, pero también en la locura, como exige su trabajo actual.
Tengo delante el cartel de Moby Dick. Solo ese cartel, justificaría un viaje a Barcelona, pero, tranquilos: habrá “larga gira”; el capitán Pou irá de un lado a otro, por teatros de toda España. persiguiendo su ballena blanca con la mirada oblicua, los dientes apretados, la boca entreabierta, las arrugas retestinadas y, en fin, la impresionante cabeza de Pou, que da al capitán Ahab unas hechuras mitológicas que ni Melville pudo imaginar.
A quienes lo han visto en escena se les agotan los adjetivos:  inconmensurable, sobrecogedor, descomunal, increíble, sensacional, estremecedor. Eso no es por casualidad. El actor está familiarizando con la obra desde niño, y en el ultimo año y medio se lo ha estudiado todo sobre ese “personaje inabarcable”, que le “chupaba tanto de su vida en los ensayos” que “llegaba a casa asustado”, un personaje imposible, complejo, poliédrico, “a la altura de los grandes personajes de Shakespeare”.
Ahí están ambos, personaje y actor, recordando cada noche su obsesión, su desmesura, su capacidad de seducción, incluso, y, tomen nota, “estas ansias mesiánicas que tienen algunos, capaces de arrastrar a todo un pueblo por sus intereses personales” (ojo, que eso parece de un editorial de actualidad). El actor se llama José María Pou. En los 50 años que lleva en el oficio no ha estado en el paro ni una sola vez, y ha conseguido que, por una vez, críticos y público coincidan en una palabra: es grande. 

[Retrato tras entrevista en No es un día cualquiera, RNE. 11.02.2018. Audio: http://www.rtve.es/a/4471706/

Pedro Ballesteros, “El vino es gente”


El primer trazo del retrato lo escribe él mismo en su presentación de tuiter: “Master of wine, escritor, profesor, catador, bodeguero, cuentahistorias, ingeniero agrónomo, especialista en viticultura y enología”. El segundo lo da Pepa Fernández: “Encantador, simpático, dice cosas sorprendentes sobre el vino”.  El tercero, Raquel Pardo, que es mi particular gurú vitivinícola: “Un tipo muy majo, sin pelos en la lengua, que si tiene que criticar un vino lo critica pero siempre con respeto, siempre amable; adora el vino, y eso es muy bueno para el vino español porque es una autoridad mundial”. 
Desde luego, esos apuntes van bien orientados. Habla con soltura, simpatía, respeto y dice cosas muy interesantes sobre el vino, sobre “la magia del vino”, sobre “esos bichitos que lo hacen posible” y que también están en nuestros cuerpos: “Tenemos más bichitos que células”. Guste o no guste el vino es un placer escucharlo hablar de su pasión: “Del vino puedes compartir muchas cosas. Fíjate lo bonito que es hablar de lo que estás sintiendo dentro del cuerpo”.  
Se llama Pedro Ballesteros, lo que gana con el vino se lo da a una ONG, porque él vive de otra cosa, y nunca participaría en una campaña en defensa del consumo de vino, a secas, pero se pasa la vida predicando las bondades del “vino con adjetivos”, “el que tiene que ver con compartir, con trabajar la tierra, con aumentar la cultura”. Viste de oscuro, como buen predicador, con ropa cómoda,  como buen viajero, y con pantalón de pana, como buen hombre de campo. Mientras habla sonríe y mueve los dos brazos, dibujando en el aire sabores, aromas, conocimientos, ilusiones. Trasmite sabiduría pero también transmite alegría y a una isla desierta se llevaría agua, porque “si no es en compañía para qué quieres el vino. El vino es emoción, el vino es comunicacion, el vino es gente”.
A Pedro Ballesteros, créanme, lo que le gusta es la gente, esa gente que con ayuda de los bichitos es capaz de hacer buen vino.

[Retrato en directo en No es un dia cualquiera, de RNE. 10.02.2018. Podcast:  Audio:http://www.rtve.es/a/4470678/ ]



domingo, 4 de febrero de 2018

Joan Margarit, Asombroso Invierno


La última  vez que hablamos con él, hace tres años, dije que estaba a medio camino entre la edad del conocimiento y la edad de la sabiduría, cosa que él no acepta porque él no cree que por ser viejo se sea más sabio... “hay viejos inteligentes y viejos idiotas”, dice. Hoy, en vísperas de cumplir los 80, se ve a sí mismo en la edad de la libertad y las certezas. La primera certeza de este “asombroso invierno” que está viviendo es que la vida tiene dos estaciones, la infancia y la vejez, que son las más nítidas, las mas limpias; lo que hay en medio es un lío, “aunque cuando estás en el lío no lo sabes”. Ha llegado a la estación más libre y no volvería bajo ningún concepto a la anterior, pero no se olvida de  sus primeros maestros, como Neruda, de los que luego ha logrado zafarse. 
Tiene una voz preciosa, una envidiable musicalidad en la expresión, un gran sentido del humor y uno delicado manejo de la ironía (la socarronería, la retranca, la somarda y como se diga en catalán). Parece el último superviviente de una estirpe: los que siguen pensando que la cultura es un arma cargada de presente, los que aun creen que pueden protegerse a sí mismos y proteger a los demás con la fuerza total de las palabras. He apuntado algunas de las palabras que se han repetido en esta conversación. Inteligencia. Poema, Tiempo. Amor. Todavía. Olvido. Escuchándolo, confirmo la convicción de que en tiempos inciertos, como los actuales, hay que volver la mirada a los creadores, los artistas, los poetas, que siempre están ahí, alumbrando como faros. Él lo tiene claro: “Contra el miedo se lucha con la poesía, con la inteligencia, con el arte, que es allí donde no llega la razón”. La música también sirve para combatir el miedo, pero lo primero es reconocer que existe y decidir luchar. Sin esa decisión, no hay lucha que valga. Y eso sirve también para el amor que exige una gran cantidad de esfuerzos, pero merece la pena porque al final, ya han oido, “con el amor bastaba”. Y con la alegría, qué leche. Me quedo con su última propuesta: “Que no nos falte la alegría”.

[Joan Margarit, 1938, poeta. Retrato en directo en RNE, 04.02.2018. Audio entrevista y retrato: http://www.rtve.es/a/4459518/ ]

Helena Pimenta, atlético esfuerzo creativo

“Helena es de Salamanca, pero hay en ella algo de andaluz”, escribió en la revista El Siglo Luis Eduardo Siles. Quizá se refería a su aspecto: pelo negro, largo, ensortijado, ojos oscuros y grandes; quizás a esos zarcillos, pillapelos, pañuelos y estampados tan flamencos que tanto le gustan. Yo no creo mucho en el determinismo geográfico pero supongo que si algo ha influido en su manera de ser y en su concepcion del mundo no fue solo la vecindad de Andalucía y la infancia salmantina: fueron los años que pasó dando clases y haciendo teatro en Rentería, años de plomo que esa ciudad vivió en primera fila. Ahí fue donde sintió la necesidad de plantar cara al dolor con el teatro, de poner a sus alumnos, primero, y a sus vecinos, después, frente al espejo del arte, aunque su hijo le preguntara: “Ama ¿Y ahora de qué vamos a vivir?”. Ahí aprendió a asumir riesgos, “a perder un poquito, que siempre viene bien” y a dialogar con el publico, que “con su respiración va diciendo lo que quiere y lo que no quiere”. Hoy accede a ese público con una facilidad que ya quisieran para sí todos los directores y gestores culturales. Por sus obras, con el papel vendido antes de estrenar, no pasa la crisis. El secreto está en un esfuerzo creativo que ella vive, como “una permanente exhibición atlética”. Pero también en esa mezcla suya de clasicismo y vanguardia, antigüedad emocional y modernidad escénica, madurez y juventud, pasado y futuro: “Miro atrás para reconocer, nunca para pararme”. Se llama Helena, con hache, y se apellida Pimenta. Creció entre libros y música, se hizo artista entre miedos y duelos. Hoy llena las salas con Lope, con Calderón y con el verso bien dicho, lo que quiere decir bien pensado y, desde luego, bien dirigido. Su vida es puro teatro; ese teatro que nos cura las enfermedades, nos ordena la cabeza y, en fin, nos hace grandes.

[Helena Pimenta (Salamanca, 1955) dirige la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Retrato en directo, 3.02.18 en RNE. Audio entrevista y retrato:  http://www.rtve.es/a/4456499/]

sábado, 3 de febrero de 2018

Romance de la #Postverdad

Cada sábado, a ls 8:30, en el programa No es un día Cualquiera de RNE llevo una sección que se llama La Libreta Colorá. Hoy recomiendo los conciertos de Heras Casado y Javier Perianes en el Festival de Música de Canarias,  con la Orquesta Filarmónica de Munich, comento el libro La vida es pacto de Julio Somoano, el “sacrificio” y los guasaps de Puigdemont, de quien han tomado distancias los de Esquerra Republicana. Cada semana, la sección incluye unos versos de actualidad titulados el Ripituit; siempre llevan menos de 280 caracteres, para poder entrar en un tuit. Ahí va el Audio, si es que conseguimos que desde aqui funcione el enlace: https://t.co/cO0encTUJd
Y ahi van los versos de esta semana. Romance de la #Postverdad:

Siempre se llamó mentira
Hoy la llaman #postverdad
Nos mienten mañana y tarde
A la hora de cenar
En discursos, entrevistas
En tuiter, en los guasaps...
Son tantos, tan poderosos
Repartiendo falsedad
Que se queda corto el dicho
“Mientes más que un concejal”