miércoles, 2 de mayo de 2018

Final Infeliz

Para mí el personaje no es Cristina Cifuentes, cuyo final político, que intenta prolongar con un escaño, ha sido mucho más triste de lo que podían imaginar sus peores enemigas y enemigos (el lenguaje inclusivo viene al caso, créanme). Mi personaje es la periodista Raquel Ejerique, que firmó las primeras informaciones sobre los claroscuros curriculares de Cifuentes.
Cerrado el episodio, conforta confirmar que el periodismo sirve para algo pero también alivia advertir que los periodistas que lo destaparon han salido indemnes. Los primeros días, cuando la señalada y la universidad se revolvieron con uñas y dientes, llegó a ser preocupante la situación de esos colegas, que por cuatro gordas buscan verdades en medio de un lodazal.
No me alegra el final infeliz de Cifuentes, que comparada con quienes han guardado durante siete años su video de casquería es Teresa de Calcuta, pero celebro que triunfe la lógica: todos podemos equivocarnos y mentir, pero un político no puede empecinarse en el error y la mentira. Ojalá aprendamos (todos) la lección y volvemos a valorar la trasparencia como elemento sustancial de la democracia.
Los más viejos del lugar recordarán a Bravo de Laguna, un diputado canario que en 1986 tuvo que dimitir cuando en unos almacenes de Londres lo pillaron con un pijama sin pagar. Fue un escandalazo. Todavía entendíamos la verdad como un valor democrático.
Lástima que no hayamos sido siempre tan exigentes con los comportamientos públicos, empezando por el robo a gran escala. Basta con mirar alrededor. Mientras estamos hablando de un máster y dos perfumes, otros siguen montando “chiringuitos” (Isabel Gallego dixit) y poderosos ladrones andan sueltos. 

[Publicado en 20MINUTOS. 02.05.2018]

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